jueves, 4 de junio de 2009

Otro que salvé


Y bueno, lo bueno de un blog al que nadie entra es que me escribo a mi mismo, no hay nadie que juzgue mis cursilerías y delirios desde un punto de vista literario o epistemológico, yo no enseño nada.
A un tercer e igualmente brutal fracaso hay que restarle la nueva vida que se me viene encima, ahora que tengo un lugar para mí, cuando ya no voy a usurpar domésticas rutinas porque tengo que construir la mía, ahora, justo ahora se fue y ya no hay fuerzas para buscarla, para soportar una serie inmisericorde de nos, aplastante, denigrante y profundamente rencorosa.
Acostumbrarse a una soledad salvaje, gastrointestinal, angustiosa, metamórfica, bipolar, metafórica, pedagógica, demagógica, ilógica, celosa, pútrida, fresca, delirante, asfixiante y desafortunadamente necesaria.
Saber por encima de todo, que se tiene que acabar, que no puede volver a empezar el mismo ciclo anual de acusaciones mutuas, de invasiones ontológicas, de pérdida esencial del ser. Hay que reconstruirse, que es lo que nunca hice, explotar inverosímiles talentos y llegar a quererla sin desearla, a quererla como un ente absolutamente separado de mi, a quererla como ella me quiere, y esperar, crecer y esperar, aprender y esperar, delirar y esperar, esperar no querer olvidarla, esperar que no me olvide, Sanseacabò.
Bienvenidos a mi apto (si sale, y que salga), salió.
Hoy duele bonito.

No hay comentarios: