miércoles, 29 de julio de 2015

Dream a little dream

"Escribe tus sueños" me dijo, y eso que solo le conté el del superhéroe gringo de los cincuentas medio negro y medio chino, que en ciertas dimensiones paralelas era gay cuyas historias estaban talladas a manera de cómic en varias hojas de navaja guardadas en un cajón de un mueble viejo.
Como esta es una entrada guardada que acabo de retomar, no me acuerdo quién dijo eso.
Pudo ser A que sigue siendo una inicial porque todavía me importa, o E; pudo ser L o Andrea.
Quién quiera que fuese logró que le hiciera caso, escribí varios de mis sueños en un cuaderno que encontré hace poco.
En uno viajaba con A (esa misma A) por trabajo a Madrid que no era una ciudad si no una inmensa casa llena de habitaciones pequeñas, puertas, corredores y escaleras por la que corríamos afanados pero contentos.
Al final salíamos a la azotea y anochecía y el cielo crepuscular y sus colores eran tan cursis y barrocos que me daba cuenta de que la imagen sólo podía ser el telón de fondo de una obra igualmente cursi y barroca y era feliz.

En otro era un vendedor de aspiradoras. Viajaba por una especie de magdalena medio, más selvático y más húmedo, conmigo iba Magdalena, que para efectos del sueño no era una gata si no una pantera. No recuerdo mucho más, una casa grande, una fiesta, una borrachera casi mortal (literal-oníricamente), un guayabo tan pesado que me obligaba a pensar que estaba soñando y despertarme, en el mismo sueño, en la misma casa pero desierta excepto por un jaguar que jugaba con Magdalena. Lo último que recuerdo era que tenía que abordar un ferry y como era tarde no tenía más remedio que saltar desde un puente a la cubierta mientras pasaba por debajo.

En otro más andaba en triciclo por Bogotá, que se parecía más a Manizales que a Bogotá, aunque tampoco se parecía a Manizales, era más bien una especie de Honda. Llegaba a una casa enorme como de los años 50´s con una sala abierta al exterior donde en un televisor viejo se veía un documental sobre flores; un colibrí trataba de alimentarse dándole picotazos a la pantalla.

También he hablado con liebres, he volado, hay un gato que varias veces me ha enseñado a usar "soflán", he tenido que enterrar a un tío al que le disparaban y luego cenar con él porque se había vuelto zombie. Tuve que huir de paramilitares que parecían una horda de hunos, y a los que acompañaba a manera de artillería un convoy de camiones enormes cargados de plantas carnívoras, enormes también.

"¿Qué soñabas?" me pregunto L una vez cuando desperté: "me dijiste dormido que me metiera debajo de la cama y cogiera el billete de 50, que era lo único que tenías y que tuviera cuidado con el cadáver de la chica."

Tengo una amiga que cree que los sueños son puras imágenes aleatorias que vemos mientras dormimos y que todo el hilo narrativo lo construimos inconscientemente en el momento en el que tratamos de recordarlos, si no me equivoco, y es muy posible que me equivoque, ese supuesto lo comparte el psicoanálisis que basa su diagnóstico no en el sueño en sí si no en la narrativa que le damos. Que árida teoría, ojalá no sea verdad.

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