jueves, 5 de mayo de 2011

De la segunda parte

La primera parte
Protagonistas de estas mediocres letras me han dicho que es un poco pesimista definir toda esta historia como una concatenación de fracasos, o una larga cadena terminada en uno. Pueden tener razón.
Lo que pasa es que yo soy de la línea de Maturana y también creo que perder es ganar un poco. Por eso espero que nunca esté a la cabeza de un seleccionado nacional o de un ejército, porque no logro imaginarme qué fue lo poco que ganó la selección Colombia en los últimos 13 años, y mucho menos qué ganó la Alemania nazi después del desembarco de Normadía.
Yo he ganado. Me he ganado una falta de fé casi fanática y una buena cantidad de historias, lo primero me sirve para arrimarme al sol que más caliente y lo segundo, para que mis nietos no se aburran hasta que los aburra. Tengo incluso material gráfico, como algunas fotos y las cicatrices. Siempre es divertido saber que el abuelo estuvo alguna vez al borde de quedar aplastado en una carretera en un lugar recóndito de nuestra geografía, o que la primera vez que vio un Ferrari este casi lo atropella.
Y así sin más preámbulo voy a seguir la historia que dejé dos entradas atrás.
Debo decir que, como la mayoría de las cosas importantes que me han pasado, esta tampoco la vi venir.
Tratando aún de reponerme de la historia anterior (la de la mujer de la sonrisa chueca) a pocos días de ser un bachiller, fui a lo que podría denominarse una cita a tuertas.
Voy a escribir con nombres porque de aquí en adelante la historia empieza a enredarse de tal forma que si me quedo en amigos y mujeres voy a tener que hacer un diagramita, no es que tenga muchos, y mucho menos muchas, pero ya vio ud. lo inepto que me vuelvo cuando me toca repetir conceptos sin repetir palabras.
La mujer de esta historia se llama de alguna forma pero yo (imitando a Leo Masliah) voy a bautizarla Ana(no a ella, si no a la idea que de ella tengo, que al fín y al cabo es lo único que puedo describir).
A Ana la conocía poco, era amiga de otra chica que me encantaba (a cuya idea, por similar procedimiento llamaré Verónica)con quien fui a cine un par de veces para terminar siendo irremediablemente amigos.Era una mujer muy bonita, simpática y buena conversadora, pero nunca, hasta esa noche, me interesó particularmente.
Verónica había empezado a salir con Santiago (ya sabe ud. cómo va la cosa de los nombres, no me haga repetirla) que, para su sorpresa, es mi amigo el descubridor de la mujer de los ojos y la sonrisa, a quien, por no ocurrírseme cómo en este momento, no bautizaré.
Evitanto posteriores listas de nombres y relaciones diré que entre esos dos nos tendieron una especie de trampa que nos soltó 5 años después. Con calma me enamoré y la adoré, con calma porque fueron procesos paralelos a irla conociendo. (este banco está ocupado....).
De entrada la embarré, pero quiso el destino que me perdonara, y no solo eso, quiso el destino que esa embarrada nos convirtiera en verdaderos novios. No creo que ella lo vea de esa forma, pero la verdad es que nuestro aniversario de ahí en adelante fue la fecha de la reconciliación, y fue esa reconciliación la que nos puso donde terminamos. Hay que agradecer con creces esta benevolencia del destino, porque así no tuve que arrepentirme de cumplir un sueño que tenía. Y es que la co-protagonista de la embarrada era la mujercita de la sonrisa (a la que debí haber bautizado, y que para próximas ocasiones, remediando ese lapsus de apatía llamaré Olivia)
Fue la primera novia, y el resumen de este fracaso vendría estando precísamente ahí, en cómo diferenciar al primer amor del definitivo.
Esos 5 años, nuevamente darían para una novela, pero no es el objeto de esta entrada describir con minucia todo lo que pasó. Hay viajes, fiestas, conciertos, peleas, reconciliaciones, terminadas, cumpleaños, aniversarios, navidades, años nuevos, fantasmas (mas de uno), trabajos, juegos, picnics, playas, acampadas, flotas, llantos, regalos, palíndromos, y en general una vida completa, completa pero compartida y uno está muy chiquito para andar en esas. (alguien me dijo que era un recurso fácil ese de enumerar, y yo que dependo de él)
Un día nos agarró el tedio de estar juntos y dejamos que nos ganara, nos salvamos porque ella se fué 6 meses del país (sobre estos 6 meses habrá que escribir un apéndice) y volvió con la certeza de que me quería, yo esa certeza no la había perdido. Hoy se me ocurre que en realidad más que tener un amor de telenovela, nosotros éramos muy amigos, lo seguimos siendo, y era tan fuerte la cosa que nos dio para enamorarnos.
Una noche cualquiera, en un bar, poco antes de ir a una fiesta juntos, terminamos. Eso no impidió que esa misma noche durmiéramos juntos, ni que 8 días después estuviera yo en su casa celebrando su cumpleaños y en un momento, cuando el alcohol hacia su efecto, consolara su llanto. La consolaba porque le parecía triste no quererme más. Bruto que es uno; o fuerte según otros. Torpe creo yo.
Creo que no le he hecho justicia, fueron sin duda 5 años muy buenos, llega uno a bautizar a los hijos y a imaginar una vejez acompañado (y es que le tengo pánico a esa vejez post-moderna, de viejos solos y amargados, con más diplomas que buenas novias) y en general en lo bonito que sería que, si esa mujer no es la mujer de la vida, que se parezca bastante.
Digo que éramos más amigos que otra cosa, porque aunque dolió perderla y dolió mucho, tenerla de amiga fue un consuelo, nunca le tuve rencor (cosa extraña conmigo) y no pasó mucho tiempo antes de enamorarme otra vez.
Ahí, con ese enamoramiento aparece una nueva historia. Y esta historia, dijo un brujo, me dejó marcado. Bueno no solo un brujo, hasta mi madre lo dice, fue una mujer que me acompañó 2 años y que al dejarme me amarró a un fantasma al menos un año más (a veces creo que por ahí anda todavía). Es de hecho, la protagonista de la mayor parte de entradas de este blog.

No hay comentarios: