En delirios pretéritos, y no tanto, imaginé alguna vez a un tipejo. Era estereotípicamente triste, hasta las ojeras, pero, y he aquí lo bonito, era honesto. No porque no se robara las vueltas, era honestamente triste.
Este tipejo se enamoraba, y fiel a lo estereotípico de su esencia keatoniana, se enamoraba de sílfides desalmadas. Prometíales esta vida y la otra, y no carente de encantos trababa algún tipo de relación con ellas, se convertía en un divertimento, un tanto patológico es verdad.
A una especialmente la quiso hasta la insensatez, y le aseguró que era ella su impulso vital. De lo cursi.
Aquí se pone cruel la historia porque ella, ante tamaña desfachatez lo reta a que se lo demuestre. En esdrújulas:
-tus vísceras y ventrículos avívanse por mí, afirmástelo, veámoslo!-
El pobre tipo no encuentra una forma más tranquila de demostrarlo, digamos un poema o una radiografía, y decide abrirse el pecho. Ella ni corta ni perezosa lo examina meticulosamente y aquí lo que encuentra:
-Intérnase entre vísceras, diástoles y sìstoles; atrápanla caleidoscópicos vértigos, máscaras refléjanla y reprodúcenla, aquí lacónica o eufórica, peripatética, atónita, olímpica, lumínica; encuéntrase en un panóptico de si misma. Idólatra espectáculo de vórtices anatómicos que anímanse por ella.-
Queda fascinada, era un universo construido para idolatrarla, no mentía pues el tipejo. Tan fascinada queda que le pide que no lo cierre para siempre, cambia la tradicional sutura quirúrgica por un novedoso sistema de botones que apenas lo mantiene vivo. El acepta, claro está. Ella se aburrirá, claro está, pero eso ha de contarse más adelante.
Todo este procedimiento de abrirse el pecho es extremadamente doloroso, como cualquiera puede suponer, y ha debido matarlo, pero Dios (osea yo en este caso) es cruel, fetichista y amarillista, es un mal narrador, de esos que necesita recursos como giros inesperados que terminan siendo obvios, o distorsiones del discurso como escribir en esdrújulas, y decide dejarlo vivir lo suficiente como para notar que su espectáculo anatómico es visitado cada vez menos y con menos interés, vive lo suficiente como para ver como ni siquiera un templo como el que forjó puede garantizar un idilio eterno. Por algo estaba de moda morir de tuberculosis en épocas románticas Ella se fue con otro tipejo, con Iphone.
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