miércoles, 13 de junio de 2012

De mis atracos (segunda parte)

Y qué pereza una segunda parte, pero tocó.  Aquí la primera
Eso hace recordar la idea de que dios es un libretista que cuando siente que le pegó al perro exprime un argumento hasta hacerlo intolerable.
Esta vez no estaba solo. Caminábamos tranquilos por el andén occidental del Parkway una amiga (A.) y yo. Íbamos hablando sobre pendejadas trascendentales como solemos hacerlo. Esta vez la conversación había nacido de la pregunta: ¿qué tan dogmáticos son los liberales? (son muy dogmáticos los liberales mente-abierta, a esa conclusión alcanzamos a llegar).
Desde el separador central se acercó rápido pero sin correr un tipejo muy feo, más bajito que feo y más asustado que bajito. Traía la mano pegada a una pierna sosteniendo algo que parecía ser un revolver; nunca quise comprobar si en verdad lo era.
Empezó la tradicional retahíla de "haga esto", "no haga lo otro", "deme todo" y "o le pego un tiro". Por alguna  razón (yo se lo achaco a estar ya curtido en estas lides) lo primero que se me ocurrió fue darle el celular y empezar a hablarle tranquilo para tratar de calmarlo. En una situación de estas el miedo puede ser exponencial y muy peligroso. El tipo está asustado, uno se asusta más, reacciona mal, el tipo por su propio susto, que ante eso crece, reacciona peor y le pega un tiro. Yo no pensé todo eso, pero salió bien.
-"Mire el celular, calmado parce"
-"La plata pirobos que les pego un tiro"
-"Vea, (le abro la billetera en la nariz) esto es lo que hay"
Da alguna otra parte apareció otro tipo que empezó a "raquetear" a A. Le revisó la cartera tratando de encontrar más cosas, le preguntaron si llevaba anillos, ella mostró las manos y creo que dijo que no.
A A. le fue un poco peor, su celular era bastante más valioso que mi entrañable Alcatel. También perdió más plata que los mil pesos que me quitaron.
Eso de los mil pesos fue un extraño golpe de suerte. Mi billetera es rara, como de niño chiquito, de hecho tiene dibujos de Tintín. No tiene un espacio propio para la plata, va con los papeles, tarjetas, calcomanías y otra cantidad enorme de mugre que me cargo, entre ese cáos lo único visible era un billete de mil que el tipo sacó con afán sin revisar el resto. En pérdidas materiales mis últimos dos atracos valen por uno.
Al final el otro tipo vio un bultico en el el bolsillo de mi chaqueta, sonrío, metió la mano y dijo: "este hijueputa tiene más ahí". En efecto tenía más, el manos libres del celular que estaba roto y con cinta, y un baloto de la semana pasada. Me dio un poco de rabia y le grité: "qué ¿ahora se va a pegar de unos audífonos rotos y un baloto viejo?". Vio lo que me había sacado y lo volvió a meter en el bolsillo.
La cosa no duró mucho más, nos dijeron que camináramos "rapidito" hacia el norte, con la advertencia, claro está, de que si pasaba algo nos pegaban un tiro.
No estoy muy seguro de cuantas veces oí la palabra "tiro". Fueron varias.
Caminamos un rato que pareció muy largo sin reaccionar, luego encontramos una pareja de frente y mientras nos cruzábamos caí en cuenta de que iban derecho hacia donde nos habían atracado. Les grité para advertirles y creo que los asusté. Llegaron al cai antes que yo.
El resto fue lo de siempre, la ineptitud de la policía (que me hizo correr detrás de la moto para mostrarles el lugar), la ineptitud de movistar (que no le podía cancelar el celular a A. porque no tenía sistema), la sensación de impotencia y las ganas de agarrar a los tipos a patadas.
Espero nunca tener la posibilidad de agarrar a alguno de esos a patadas, sobretodo porque no sé qué me haría sentir peor: hacerlo o arrepentirme.

6 comentarios:

anattolia dijo...

Yo una vez agarré a uno a patadas acá. Éramos varias y un chico (hombre, joven...) a quien intentaban sacarle la billetera del bolsillo abrazándolo desde atrás mientras tres o cuatro señoritas ya no tan señoritas le pateaban. En un punto atiné una en la canilla que lo desequilibró y salimos corriendo a cruzar la calle, a riesgo de ser atropellados. Luego me sentí mal y no al mismo tiempo... Después pasé en el bus, era un grupete de ocho o diez chicos calle que no debían tener más de dieciséis años. Estoy muy en contra del maltrato y nunca me pensé capaz de golpear a alguien en serio pero en ese momento me salió del alma, no como intención de maltratar por maltratar sino con el razonamiento colombiano acción-reacción: "no nos vas a robar, hijo de puta, que en peores nos hemos visto. Hoy somos cuatro contra uno."

Teóminus Brand dijo...

Creo que soy un poco menos evolucionado que ud. y en ese sentido no me preocupa si recurro a la violencia en el momento en el que suceden las cosas. Claro espero evitar a toda costa desenlaces fatales pero esa es otra historia.
Hay una práctica muy recurrente en Bogotá ideada para evitar todo el engorroso trámite de poner un denuncio.La policía, si atrapa al ladrón (cosa que rara vez sucede) muchas veces permite que el afectado le de una tunda "privada". Meten al tipo en el cai y esposado lo dejan solo en un cuarto con la víctima. Es otro mecanismo de prolongación de la violencia y lo espantoso es que pareciera que su deber como "victima" es en efecto linchar al tipo. A esa situación le tengo pánico.

Fabian Piedrahita dijo...

Uff, que mierda. Estoy harto de esas situaciones, Bogotá me sabe a robo.

La violencia, mmm, he estado en dos ocasiones donde he podido patear, pero uno nunca lo hace, en este momento siento rabia por no haberlo hecho, rabia que ya no siento por lo robos que he sido víctima.

Teóminus Brand dijo...

está buena esa frase, (Bogotá sabe a robo). Aparte es cierta en muchos niveles.

C dijo...

Por su culpa, le he cogido un miedo muy bravo a caminar por el Parkway

Pi dijo...

ahora que ando con el Ipod en la mano, sola, a las 10 de la noche, tarareando tranquila esta realidad se me hace aún más horrible (e insoportable)... luego me recuerdo que uno a todo se costumbra pero, si no se tiene que adaptar.. tanto mejor, creo que me quedaré por Europa -con todo y su crisis- hasta nuevo aviso.